Era una tarde de sábado, y creo que eso ya es suficiente para que os hagais una idea de a que tuve que enfrentarme. Pero para hacer una insensatez como esa os confesaré que tenía mis extrañas razones. Para empezar llevaba una semana con la presión improductiva de tener que comprar un colchón y no se porque solo se me ocurría el Ikea como fuente de inspiración. Pensé que allí descubriría que es lo que le tengo que pedir a un colchón, y que carajo, me parecia algo exótico, casi emocionante. (Mientras escribo esto me doy cuenta de lo absurda que puede llegar a ser mi vida, madre mia)
Cuando conseguí llegar allí me encontré con una mole azul y amarilla posada como una nave espacial al lado de la Gran Via, como una factoría que engullía personas, y creo que la mayoría de la gente que entraba no sonreía. Por un momento pensé que ellos sabían algo que yo ignoraba, pero pese a todo entré.
Que bonito y que bien alicatao estaba todo. Mira que en el fondo no era mas que una nave industrial, pero tenía ese aire de limpieza quirúrgica propia de los aeropuertos. Y pensé que quizás en el futuro lo más parecido al turismo, a visitar mundos lejanos, será ir a Ikea. Y estaba yo con esas divagaciones y mi cara de merluzo embobao cuando vi su "guardería". Joder, ahí se ganaron mi corazoncito. Caray, si fuese niño pediría que me llevasen allí, es mejor que Port Aventura pq encima no tienes que sentir la humillación de no medir 1'45. No, allí todo era pensao pa niños, piscina de bolas (mi gran trauma infantil, nunca estuve en ninguna, jodo, alguien tiene un klinex?), toboganes, columpios y el nombre en una chapa. Que más se puede pedir?
Yo creo que un día de estos encontraremos una noticia de unos padres que dejaron a su hijo durante tres años en la guardería de Ikea, alimentándolo de perritos y albóndigas suecas. Me da a mi que no habría mucho que reprochar, sobretodo tal como estan saliendo los padres ultimamente.
Seguía fascinado, y decidí que no podía empezar mi aventura sin enfrentarme a los míticos perritos calientes a un euro. Me comí dos. Lo se. No pongais esa cara. Nadie me avisó. Deberían ponerles etiquetas como las de los cigarrillos, pero no llevaban, o yo no las vi y me las comí. Quizás fue precisamente eso. Pero claro, no volví a pensar en ello hasta más tarde.
Digamos que entonces fuí al meollo del asunto: Las camas. La sorpresa es que me costó un huevo encontrarlas. Yo pensé que sería algo parecido al Pryca (cuando era Pryca) y que solo tendría que preguntar a alguien. Pero no. Para empezar a penas había Ikeanos (fauna autóctona como los de la foto) dispuestos a ayudar a la gente, y cuando me acerqué a uno a preguntarle la mirada asesina de la chica que estaba preguntándole algo me dejó claro que era suyo y que no estaba dispuesta a compartirlo. Así que me decidí a seguir las sencillas indicaciones del mapa que mostraban como llegar siguiendo un evidente rally por los diferentes ambientes disponibles. Joder, que mareo. Era como estar atrapado en un bucle, siempre repitíendose.
Pero llegué a las camas, y bueno, fue un poco decepcionante. Para empezar en lugar de ayudarme me complicaron la existencia descubriendome la complejidad del mundo del colchón, los canapés, colchoncillos, muelles ensacados, somieres, espumas y de más etcs. Pero al menos podía probarlos como me diese la gana. Empecé desde el más sencillo y descubrí como el dinero no da la felicidad pero si un descanso mejor. Carajo, eran todos malos hasta que superé la barrera psicológica de los 240 euros. Y cuanto más me gustaban más me dolía la cartera. Pq para sacarle provecho a un buen colchón tambien necesitas un buen somier etc etc, y ahí si que ya no podía. El caso es que acabé con las vértebras confundidas, como desorientadas después de probar los 12 colchones disponibles, y con los perritos calientes tan mareados como yo, consultandome la posibilidad de salir a hacer turismo. Entonces decidí que ya era suficiente. Las parejitas lobotimizadas que probaban colchones como si solo los quisieran para dormir y que no se decidían a decir que no les gustaba porque era demasiado pequeño y estarían demasiado juntos pues ya me superó.
Y ahí es cuando descubrí que Ikea no es una tienda, es una trampa. Tardé más en salir que en llegar en metro.
En fin, he de reconocer que fue toda una experiencia, que tienen cosas que merecen la pena especialmente para gente joven en estos tiempos que corren. Pero también está muy sobrevalorado, digamos que mitificado. Es casi un parque temático, y sí, me habría encantado que existiese cuando era un niño. Ahora me gusta igual pero ellos tenían preferencia para subir a las literas. La próxima vez no iré en sábado, eso seguro. :-)
Pues al final sí que me he liado. Vaya, pero bueno, si llegais aquí quiere decir que teneis bastante tiempo libre y si este ratito leyendo estas mis aventuras se os ha hecho corto seguro que ahora no podeis evitar tener una sonrisa bien hermosa. Vaya, ahora más. :-) Lo que tienen las sonrisas, vaya. Lo más parecido a un rayo de sol, un atajo a mil lugares hermosos.
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