
Realmente es una ciudad hermosa. Un gran pueblo en el que las paredes te hacen sentir como en un decorado de la historia. Como si huviese vivido otro tiempo y ahora sólo tratase de recordarnoslo sin prisas ni sobervia. Da la impresión de que no tiene nada que demostrar, nada que exagerar, toda ella es grandiosa y sencila, sencillamente hermosa y humilde.

Me fascina su forma de barco, quién sabe si de cascarón de nuez, sobre el que se alza la catedral como un faro en los mares de trigo, mirando a las estrellas como si fuese una de ellas. Y en la proa, retando al aire y al tiempo, el Alcazar se alza entre los rios Eresma y Clamores, sobre un parque y la Fuencisla como un rompehielos gigante, orgulloso de su fuerza y presencia.
Esta vez me ha encantado el calor seco, el sol ardiente calándome hasta los huesos, la calma de la tarde de terraza en terraza, de calle en calle, y la música por los rincones. Son días en los que te gustaría poder regalarlos a la gente que quieres, para que los disfruten cuando estén estresados o preocupados. Creo que sería un gran regalo.


PD: Entre paseo y paseo siempre me cruzo con la estatua de Juan Bravo y durante años me pregunté que historia había detrás de los comuneros y este hombre con nombre de amigo del guerrero del antifaz. Ahora se que hay quien dice que hicieron la primera revolución moderna, y quien dice que luchaban por mantener el regimen medieval. Hay que ver.
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