Derrepente solo hace falta un olor para recordar cien despertares, amaneceres eternos que están grabados a fuego bajo la llave de unos recuerdos que no deberías tocar. El olor llega cuando menos lo esperas, pero lo esquivas, lo asfixias, tratando de evitar que despierte ese torrente de recuerdos que duelen tanto como la satisfacción de haberlos vivido. Duelen porque en el futuro ya solo podrás vivirlos como un pasado dulce y envenenado.
Las imágenes también golpean esa armadura de olvido que se ha olvidado de olvidar. Un olvido que ha escondido bajo su alfombra los recuerdos de aquellas tardes de conversaciones eternas, incluso en silencio. Así que también evitas las imagenes, porque esas fotografias son fotogramas de momentos de complicidad que no volverán, aunque los abrazarías ahora mismo si pudieses.
Estás a salvo. Los sentidos son poderosos, pero simplemente necesitas no soltar las riendas, para evitar que en un escorzo echen todo por tierra.
Pero con el sabor no puedes jugar. Solo hace falta un sorbo, y para cuando quieras darte cuenta habrán saltado por los aires los cerrojos y los candados de sus recuerdos. Al tiempo que baja por tu garganta notas como un torrente de sensaciones se atropellan desde el pasado para, por un instante, materializarse en un vívido recuerdo ante tus ojos. Tan real que sientes su presencia, su calor, y el aroma de la misma felicidad de entonces. Dura solo un instante, una esquirla de suspiro, pero es suficiente para abrir la puerta a una ausencia, que como la niebla, lo vacía todo cuando lo llena.
Dulce nostalgia con sabor a sirope de arce.
Las imágenes también golpean esa armadura de olvido que se ha olvidado de olvidar. Un olvido que ha escondido bajo su alfombra los recuerdos de aquellas tardes de conversaciones eternas, incluso en silencio. Así que también evitas las imagenes, porque esas fotografias son fotogramas de momentos de complicidad que no volverán, aunque los abrazarías ahora mismo si pudieses.
Estás a salvo. Los sentidos son poderosos, pero simplemente necesitas no soltar las riendas, para evitar que en un escorzo echen todo por tierra.
Pero con el sabor no puedes jugar. Solo hace falta un sorbo, y para cuando quieras darte cuenta habrán saltado por los aires los cerrojos y los candados de sus recuerdos. Al tiempo que baja por tu garganta notas como un torrente de sensaciones se atropellan desde el pasado para, por un instante, materializarse en un vívido recuerdo ante tus ojos. Tan real que sientes su presencia, su calor, y el aroma de la misma felicidad de entonces. Dura solo un instante, una esquirla de suspiro, pero es suficiente para abrir la puerta a una ausencia, que como la niebla, lo vacía todo cuando lo llena.
Dulce nostalgia con sabor a sirope de arce.
1 comentario:
Inevitable y necesario en el proceso de olvido y superación. No te preocupes, a partir de ahora todo será mucho más fácil. Acabas de alcanzar el punto de inflexión, solo es eso.
Enhorabuena?
(al menos a ti no es una ciudad, en la que vives, la que hace saltar los candados por los aires)
http://mysoreallife.blogspot.com/2007/05/26-cuando-echar-de-menos-duele.html
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