Se acabó lo que se daba. Exámenes y clases, kaput. Ahora se supone que toca disfrutar de esta extraña sensación de libertad condicional que llaman vacaciones. Haremos lo que podremos.
De momento voy a hacer una escapada a Segovia, a visitar a mis abuelos, que por aquellas cosas de la vida estamos de cumpleños. Cumplir un cuarto de siglo a penas tiene mérito aunque me hace sentir ligeramente más respetable (el otro día mientras volvía a casa un chaval me paró para preguntarme -"Señor, quien ha ganado el partido?". La impresión fué tremenda. Que un niño pequeño te llame señor es justificable, que un chaval quinceañero meta la pata de semejante manera sólo puede deberse a mi gran porte y presencia por lo que creo que creo que en breve podreis empezar a llamarme Don Nacho.)
En cambio mi abuelo cumple 90 años, y eso sí es digno de mención. Ayer hablé con él y me dí cuenta de lo poco que he hablado con él este año. Es cierto que en mi familia somos bastante despegados, y que yo no soy especialmente cariñoso (ni tan siquiera agradable, ni considerado ni nada de eso que hace que la gente merezca la pena) pero la auténtica razón para no haberle llamado más amenudo es una mezcla de egoismo y miedo. Egoismo porque prefiero recordarle tal como le tengo en mi memoria y miedo por tratar de mantener una conversación imposible que nos haga sentir incómodos a los dos.
Hace unos años mi abuelo tuvo un infarto cerebral y afortunadamente sólo le afectó al habla. Se recuperó maravillosamente gracias a la ilusión que tenía por vivir tres cosas: Ver que sus hijas estaban bien, la comunión de mi primo, y que yo acabase la carrera. Yo era lo último en la lista y a falta del proyecto está visto que se saldrá con la suya, me alegro.
Ahora hablar con él por teléfono se ha convertido en un reto, porque él no encuentra las palabras, y yo no entiendo con las que se pierde. Nuestras conversaciones se reducen a decirle lo que estoy haciendo mientras que él sólo me pregunta si estoy contento, a lo que yo siempre le digo que sí (aunque no siempre haya sido verdad). Lo de la carrera ha pasado totalmente a un cuarto o quinto plano y ya podría hacerme fakir que a él seguiría preocupándole simplemente que fuese feliz.
Ayer era su cumpleaños y me dijo que por la noche iban a ver los árboles, árboles artificiales. Claro que en Segovia son fiestas y eran fuegos artificiales. Pero por cada palabra que no sale sabes que mi abuelo sonrie porque esa es ahora su forma de vivir, sonreir y preocuparse por lo que realmente importa.
La semana que viene es el concurso de fuegos artificiales de Tarragona. Ya os digo de antemano que este año voy a ver más de un árbol con una sonrisa de lado a lado.
2 comentarios:
Pedazo post.
Tu abuelo ahora habla solo con metáforas. Como los poetas...
Y no sé, a mi me confundes. Dices por una parte que eres un tanto "despegado" pero por otra parte escribes estas cosas, que no creo que puedan ser escritas por alguién así. Hay una parte que no es cierta, la de la realidad o la del escrito. O quizás seas despegado tan solo físicamente, pero no emocionalmente. Es bastante distinto.
Un abrazo.
Alp; Muchas gracias señor Alp, lo haremos lo mejor posible. :D
Medea; No lo había pensado pero tienes razón, ahora es poeta :)
No me sorprende que te confunda, porque seguramente al final resulta que no es ni tanto ni tan poco. En cualquier caso para prevenir te recomiendo que te quedes con la peor de las opciones, porque para mejorar siempre hay tiempo.
Abrazos y gracias!
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