Una semana sin escribir aquí, hay que ver. Y eso que durante estos días me he quedado con ganas de escribir sobre varios temas, sobre la muerte y como la vivimos, sobre el amor, sobre las mentiras, sobre el tiempo y seguramente sobre alguna fruslería más que no haría del mundo un sitio mejor ni haría ninguna falta.
Pero esto es así. Dejas un pensamiento en el aire, y no te queda más remedio que cazarlo o dejar pasar los días para que se lo lleven. Pero el jodio no sólo no se va sino que se queda reboloteando con más pensamientos dando la tabarra, sin pedir permiso ni nada.
El otro día al salir de la estación de tren vi el beso más hermoso que he visto en mucho tiempo. Allí, a lo lejos, en medio de la plaza, el atardecer en el cielo y la gente pasando alrededor, se fundían en un abrazo de sus cuerpos y sus labios como si el mundo se hubiese detenido bajo sus piés. Un beso que Klimt no se habría atrevido a pintar. Que ganas me entraron de abrazarles, felicitarles y darles las gracias. (Que conste que no lo digo por pillar cacho, sino porque era algo precioso)
Unos días antes pude escuchar a Albert Espinosa contando su visión de esta vida en la que la muerte es tabú. Y tiene razón, no hablamos de la muerte, y si lo hacemos nos parapetamos tras la broma y el humor. Cuando llega cruda y sin tapujos nos trae el dolor. Y es que la muerte sólo es mala para los que quedan atrás, vivos, preguntándose por qué, cuando a todas luces la muerte resulta más comprensible que la vida.
Toda novela, toda historia, gira entorno a una idea, una moraleja. Y así ocurre en "donde el corazón te lleve", que envuelve con tres vidas de mentira la gran verdad que sólo aprendes viviendo. Que la muerte nos duele no tanto por la ausencia de quien se ha ido, sino por las palabras que no hemos podido decirle.
Albert comentaba que siempre lo peor que puede pasarnos es que nos muramos, y después de todo tampoco es tan malo. Y más allá de sus palabras hay que ver la sonrisa con la que las dice para entenderlas en toda su dimensión.
Pero esto es así. Dejas un pensamiento en el aire, y no te queda más remedio que cazarlo o dejar pasar los días para que se lo lleven. Pero el jodio no sólo no se va sino que se queda reboloteando con más pensamientos dando la tabarra, sin pedir permiso ni nada.
El otro día al salir de la estación de tren vi el beso más hermoso que he visto en mucho tiempo. Allí, a lo lejos, en medio de la plaza, el atardecer en el cielo y la gente pasando alrededor, se fundían en un abrazo de sus cuerpos y sus labios como si el mundo se hubiese detenido bajo sus piés. Un beso que Klimt no se habría atrevido a pintar. Que ganas me entraron de abrazarles, felicitarles y darles las gracias. (Que conste que no lo digo por pillar cacho, sino porque era algo precioso)
Unos días antes pude escuchar a Albert Espinosa contando su visión de esta vida en la que la muerte es tabú. Y tiene razón, no hablamos de la muerte, y si lo hacemos nos parapetamos tras la broma y el humor. Cuando llega cruda y sin tapujos nos trae el dolor. Y es que la muerte sólo es mala para los que quedan atrás, vivos, preguntándose por qué, cuando a todas luces la muerte resulta más comprensible que la vida.
Toda novela, toda historia, gira entorno a una idea, una moraleja. Y así ocurre en "donde el corazón te lleve", que envuelve con tres vidas de mentira la gran verdad que sólo aprendes viviendo. Que la muerte nos duele no tanto por la ausencia de quien se ha ido, sino por las palabras que no hemos podido decirle.
Albert comentaba que siempre lo peor que puede pasarnos es que nos muramos, y después de todo tampoco es tan malo. Y más allá de sus palabras hay que ver la sonrisa con la que las dice para entenderlas en toda su dimensión.
2 comentarios:
Hace poco leí que, en la literatura buscamos "nuestra voz en otras voces"...También sucede con los bloggs, como a mí me ha sucedido con tus palabras "Que la muerte nos duele no tanto por la ausencia de quien se ha ido, sino por las palabras que no hemos podido decirle".
En una novela de Delibes, preciosa por cierto, "Señora de rojo sobre fondo gris" aparece esta misma idea, expresada de un modo que nos pone la piel de gallina:
"No obstante, es ahora, a cosa pasada, cuando deploro mi mezquindad. Es algo que suele suceder con los muertos: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto los amabas, lo necesarios que eran. Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales. [...] La imposibilidad de poder replantearte el pasado y rectificarlo, es una de las limitaciones más crueles de la condición humana. La vida sería más llevadera si dispusiéramos de una segunda oportunidad".
Besos, Prometeo!
Muy bonito, como siempre que te me pones tontorrón..
Y acto seguido me pongo tontorrona..
Ya vale no!! ;)
Ayyy
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