En el caso del Erasmus, y casos parecidos, la negación es más bien incredulidad, y la ira es más bien una rabia incompleta. La negociación consiste en hacer mil planes para volver a vernos, reuniones pactadas, que secretamente todas las partes saben que dificilmente se cumpliran. Y la tristeza empieza de verdad cuando haces tu maleta, cuando las paredes desnudas te desarraigan de lo que era tu habitación, cuando vuelas de vuelta a casa recordando todo lo que no te cabe en la maleta y que pesa una tonelada en tu corazón, y sobretodo, cuando llegas a casa y te falta la gente, los lugares, las rutinas, y las complicidades. El paisaje emocional ha cambiado, tanto fuera como por dentro, y el que te espera a la vuelta tampoco es el mismo que te despidió hace no tanto tiempo.
Poco a poco llega la aceptación, a sabiendas de que es el otoño de los recuerdos, un pacto con el olvido para aligerar el presente enterrando parte del pasado, y empezar a creer en el futuro. Y así llegará el día en que muchos se den cuenta de lo que realmente ha sido este año, quizás el mejor de sus vidas, cuando todo empezó, cuando vivieron una vida en sólo unos meses.
Yo hoy, con este día gris, si fuese canción sería St. Petersburg.
Existe la paliza emocional, y te deja destrozado.