martes, abril 10, 2007

Nocturno a dos tintas y tres manos

A estas alturas de la vida a nadie le sorprenderá que la mitad de las cosas que nos dijeron de pequeños sean mentira. El amor no es una respuesta sino una pregunta, la amistad no es gratuita y nadie garantiza que valga el sudor que cuesta, la honestidad no abre puertas sino que puede pesar más que el infierno, la felicidad consiste más en perseguir que en alcanzar, y la justicia absoluta no existe sino que es relativa.

Dios no da respuestas, sino que quita las ganas de preguntar. Somos el producto de nuestro pasado y no el reflejo de nuestros sueños. De los errores no aprendemos, sino que nos apegamos a ellos como si fuesen un salvavidas aunque pesen como el plomo. Sí se puede cantar y estar triste, y sí puedes quedarte sin nada sin importar si has luchado o no, lo merezcas o no. También llega un punto que es tarde para aprender y madurar no es tener las cosas claras, sino aprender a vivir con lo malo y sobrevivir sin lo bueno.

A estas alturas de la vida todos tenemos ya claro que la mitad de las veces las patadas sólo dan en la espinilla y que eso no duele tanto cuando ya has recibido un par en los huevos.

A estas alturas de la vida no hace falta recordarnos que hay que escribir cuando no tienes ganas y morderte los dedos cuando las tienes. Ni que dormir es la mejor receta cuando te has cansado de todo, aunque el dolor, las dudas, y las insatisfacciones te mantengan despierto en una espiral de masoquismo irredento.

Y entre todo esto sé que hoy no debería haber escrito, porque esto no es más que un antojo, un exabrupto innecesario, una colección exacta de cosas con las que al día siguiente no estarás de acuerdo. Por esa misma razón, olviden todo cuanto les he dicho, y buenas noches.

Illav Ognurt, poeta checo digno de mención en cualquier conversación de alto copete, cuyo único error fué creer que el sacrificio del salmón, siempre contracorriente, merecía la pena; cuando en relidad quería lo mismo que todo el mundo.

1 comentario:

Medea dijo...

Ya lo dice el: se ha desahogado y yastá. ¿Y lo a gusto que te quedas que?

Yo lo hago siempre que puedo.