martes, diciembre 27, 2005

Sobremesa

Estamos en la sobremesa. Eso aquí significa siesta. Mi abuelo toma posiciones en la butaca del comedor y “reflexiona” con las luces apagadas. En cinco minutos estará durmiendo a pierna suelta. Uno a uno irán cayendo todos, cada uno en un rincón distinto. Pero todos leerán antes de echar la cabezada. Desde pequeño siempre ha sido así.

Pero cuando era pequeño después de la siesta echábamos una partida a las cartas. Me encantaba. Casi siempre ganaban mis abuelos, y recuerdo las contadas ocasiones en las que gané. Jugábamos con pesetas, y una vez me llevé una moneda de quinientas y todo. Mi primo pequeño no ha podido vivirlo porque ahora mis abuelos sólo juegan a cartas con sus amigos. Tal como fue la última partida que jugamos me sorprendería que pudiesen jugar y en el fondo creo que se reunen para charlar a grito pelado. Mi abuela está sorda y mi abuelo cada año que pasa tiene menos paciencia para repetirle las cosas. De pequeño nunca les había visto mandarse a freir espárragos pero ahora de tanto en cuanto se ponen morros durante un instante.

Me alucina la relación de mis abuelos. Llevan sesenta años juntos y se quieren, seguro que ya no como el primer día, sino diferente. Cada uno es la vida del otro y se buscan cuando no se ven. Mi abuelo sonríe con las cosas de mi abuela, y creo que debe de ser de las personas más pacientes del universo. Será que lo pienso porque mi abuela me saca un poco de quicio. Será que me aterra reconocer que hay cosas en las que me parezco a ella, y otras cosas que escapan a mi comprensión y me causan admiración.

Es imposible que mi abuela conozca toda la gente de la que habla. Se sabe los nombres, filiaciones, trabajos, relaciones y de más parentela de la mitad de Segovia y alrededores. Yo creo que la mitad de ellos se los inventa, sino no es posible. También resulta alucinante su capacidad para hablar y hablar, sobre la vida y milagros de media humanidad. Y como está sorda no se escucha, y como lo que le gusta es hablar da igual que haya contado la misma historia tres veces, ella la repite con los mimos detalles y el mismo entusiasmo.

Y así pasamos las navidades, entre las historias de mi abuela y las sonrisas de mi abuelo. No me importaría que todo siguiese así, y de hecho me preocupa más que alguno de ellos se quede solo que no el hecho de que yo lo esté.

Ves, ya está mi abuela traspuesta. Ya verás como luego dice que ella no ha dormido y que el que ronca es el abuelo.

5 comentarios:

Xan dijo...

Es bonito amar a alguien durante tanto tiempo.

Xan dijo...

Gracias por las sugerencias, pero no sé, voy a ver si Papa Noel se equivocó de casa al dejarme el regalito y está alguno de esos angelitos esperándome.

Yo tengo un ipod 20Gb :P pero te pediré un nano para reyes.

Un abrazo,

Prometeo dijo...

Aiss, y tanto que es bonito amar así. Aissss.

Muchas gracias por pedirme el nano, jejeje, yo te pedire alguno de los angelitos y si lo trae te lo guardaré pero espero que sepan cocinar, o que al menos cuenten buenos chistes.

un abrazo

bellosoli dijo...

es que el amor del primer dia se desvanece siempre, es imposible vivir siempre con esa emoción al estar con la pareja. Lo natural es pasar a un estado de estima, de cariño y comprensión con la pareja... como tus abuelos. Eso si, jode q te cagas tener q repetir las cosas 10 veces pq esté sorda! a mi me pasa con mi abuelo. Al final el hace ver que me ha entendido y yo hago ver que me lo creo.

Anónimo dijo...

Me ha encantado prome... ayss... mis abuelos eran asi, y desde que mi abuelo falta mi abulea nunca ha vuelto a ser la misma de antes.

un abrazo