domingo, noviembre 13, 2005

La vida

La vida es muy curiosa. Da y quita con la facilidad inopinada de quien juega con hormigas. No me extraña que surgiese la tentación de creer en dioses y poderes que orquestran todo cuanto nos ocurre, porque a veces las leyes de la casualidad resultan demasiado crueles y desconcertantes como para entenderlo sin más.

Habreis oido lo de la explosión de gas en Tarragona. Murió un anciano, una madre con sus dos hijos y un hombre que pasaba por la calle. En un instante estallaron las paredes y el drama, tan innecesario como incomprensible. Es cierto, no somos nada. Tan pronto estamos como dejamos de estar, pero lo más duro llega cuando quienes queremos se van y nos dejan aquí, abrazados a sus ausencias, a nuestra soledad, a los recuerdos que arden en el alma como tizones al rojo.

Ese dolor tan humano como indeseado, que no conoce límites en su intensidad, es la desolación.

Hoy volveré a Tarragona, ese remanso de paz en el que la vida coge otro ritmo, en el que tengo lo más parecido a unas raices y se que me encontraré una ausencia callada, discreta y respetuosa, en el mismo corazón de la ciudad. Una herida que con el tiempo se cerrará, pero que seguirá dejandonos con ese vacio que no alcanzaremos comprender nunca. Porque la vida tan pronto da como quita.

Por eso hay que vivir la vida sin pensar siempre en mañana, disfrutando de todo lo que podemos vivir cada día, apreciando las pequeñas cosas, la magia de quienes nos rodean, con honestidad, coherencia y un discreto optimismo (o pesimismo activo, tal como dice Gil Bates). No es mi religión, pero sí parte de mi credo.

PD: No puedo dejar de acordarme del marido que perdió en ese instante a la mujer, sus hijos y sus recuerdos.

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