Hoy jura el cargo, y no se puede decir que haya pocas esperanzas depositadas en él. De hecho quizás hasta hay demasiadas.
Seguimos esperando un heroe a caballo que nos guie en los tiempos difíciles, que ilumine entre las tinieblas. Alguien impregnado de la épica de las grandes historias, donde todas las decisiones conducen al desenlace anhelado, sin dificultades insuperables, sin errores, solo con lecciones. Alguien a quien seguir, olvidando nuestra propia responsabilidad de decidir. Alguien a quien ceder el mando.
El tiempo dirá cuantas de esas esperanzas rezumaban inocencia, y cuantas cristalizaron en algo real.
Los suenyos, cuando se hacen realidad, nunca son como los sonyamos.
Por eso creo que habrá muchos que se desilusionen de aquí a unos anyos cuando vean que no alcanzamos lo que hoy sonyamos. No será tan bueno como quieren, ni tan malo como temen otros. De momento lo mejor que podemos esperar es que sea, al menos, diferente.
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