lunes, octubre 22, 2007

La radio huérfana

La radio tiene algo mágico. Palabras invisibles que surcan el aire desde un cuarto a kilómetros de distancia en el que alguien habla al vacío sin la certeza de que nadie le esté escuchando. Palabras que cuentan historias a miles de personas pero que en ese instante te las cuentan a ti. Palabras capaces de pintar un cuadro, hacerte viajar, despertar, enfadar, reflexionar, decidir, sonreír, llorar, dormir, olvidar, desear, crecer, soñar, comprender, recordar, emocionar, vivir.

El paisaje de mi radio incluía muchos programas de Radio3 (algunos magníficos, que nunca volverán), amaneceres con análisis cáusticos, desayunos con contertulios a veces cabreantes, a veces sorprendentes, viajes con una pandilla tronchante, siestas con música maravillosa, tardes con entrevistas y juegos sorprendentes, noches con información a deshora, medianoche a veces con deporte, al final con música de elefantes, madrugadas con intimidades, a veces con chinchetas, y otras con ignorantes y al final amaneceres con quien tenía que irse. Los fines de semana iba al cine cuando podía, aunque el fútbol siempre estuviese tocando los mondongos.

De todo mi paisaje quedan pocos de los que eran. Unos se fueron a la televisión, otros fueron jubilados (sangrante lo de Radio3), o cambiados de emisora o programa. Que se le va a hacer. Pero lo que de verdad duele es cuando uno de estos magos se va sin poder despedirse. Cuando me enteré de que Carlos Llamas había muerto me dolió en el alma. Hacía tiempo que no escuchaba el programa, pero han sido tantas las noches y las discusiones, los análisis y las entrevistas, que se había ganado un puesto de viejo amigo en mi paisaje. Daba igual cuanto tiempo hubiese pasado sin escucharle, porque al volver a hacerlo era como retomar una agradable conversación como si el tiempo no hubiese pasado. Tuvo una prórroga, y en cierta forma la supo aprovechar.

La partida de Juan Antonio Cebrián ha sido más dolorosa, por inesperada y traicionera. La Rosa de los Vientos era un tesoro, y Juan Antonio era el viejo capitán que lo había descubierto, y el mago que compartía con nosotros su magia. Un programa para minorías noctámbulas, que preferían cultura e historia, rigor y honestidad, a dramas diarios y llantinas. Tenía un estilo muy particular, que algunos han querido imitar (Milenio 3 es una copia paranormal, que pronto se quedó sin munición), es cierto, pero enseguida se convertía en ese amigo humilde y sencillo que sabe mil historias y que no deja de sorprenderte. Alguien que te inspiraba pasión por el conocimiento, y ganas de saber más.

Nunca me imaginé que fuésemos tantos los que vamos a echarle de menos, y de eso me alegro.

Os dejo con un corte de su programa, contando una gran historia, que merece la pena ser escuchada: La de Blas de Lezo, el medio hombre (descubrid porque), uno de los mejores comandantes de sus tiempos, que humilló a los ingleses haciendo que el rey Jorge prohibiese escribir sobre él. Una historia contada con esa sencillez tan difícil de conseguir. Espero que os guste.





Se te echará de menos Capitán. Dicen que hay un faro menos en el mar pero una estrella más en el cielo, pero yo digo que me cago en diez, ojala no te hubieses ido.

4 comentarios:

Bea Marín dijo...

Hola Prometeo,
aquesta foto és del Google. Jo la vaig enllaçar sense demanar el permís que tu de manera tan exemplificadora demanes.
Això que dius de la reflexió sobre el canvi de metodologia és un hàbit saludable que hauria de ser l'eix de tota la formació.
Ufff yo también lamenté la muerte de Carlos oída mientras conducía por la ronda de dalt.
Fins un altre!

Esther dijo...

parecía que nunca hubiera tenido que irse... un beso.

Anónimo dijo...

Hola socio, venia a decirte que te han contestado en el post de Carod y cataluña. Moltes graces per la teva colaboracio. Adeu noi.

Gill Bates dijo...

y el capullo de losantos tan campante. Siempre se mueren los buenos.