Dicen que los viajes empiezan en el momento que comienzas a hacer la maleta. Ese es el momento en el que mentalmente empiezas a estar allí, y a dejar de estar aquí. Es posible que empieces haciendo un listado mental de las cosas que necesitarías, de lo que tendrías que cojer, anotando aquel detalle importante que no puedes olvidar y que la última vez dejaste encima de la mesa.
Pero sin duda el momento clave es cuando pones la maleta encima de la cama y la abres haciendo que las cremalleras suenen como el rugido de los motores del avión al despegar. En el momento que te enfrentas al vacío de esa maleta que tendrá que contener los accesorios de tu vida que te disfracen para esa aventura que acabas de empezar. Y junto a ellos llevarás las decisiones que te han conducido a ese momento, y las renuncias que dejas atrás (familia, amigos, amores, seguridades, placeres, vicios, hogar, complicidades, historias, y todo ese entorno que conocemos como raices). Sin olvidar tampoco los sueños e ilusiones que te dan aliento y esperanzas para dar cada uno de los pasos que se avecinan.
Y por mucho que llenes la maleta no podrás evitar dejar un hueco para llevar contigo todo aquello que no cabe pero que esperas que esté ahí cuando llegue el momento del retorno, todas aquellas razones por las que ningún lugar del mundo será jamás como el que vas a dejar atrás. Por esas razones sabes con absoluta seguridad que pase lo que pase el día que vuelvas lo harás con una sonrisa tan grande o más como la que tienes en el momento de irte.
Pero sin duda el momento clave es cuando pones la maleta encima de la cama y la abres haciendo que las cremalleras suenen como el rugido de los motores del avión al despegar. En el momento que te enfrentas al vacío de esa maleta que tendrá que contener los accesorios de tu vida que te disfracen para esa aventura que acabas de empezar. Y junto a ellos llevarás las decisiones que te han conducido a ese momento, y las renuncias que dejas atrás (familia, amigos, amores, seguridades, placeres, vicios, hogar, complicidades, historias, y todo ese entorno que conocemos como raices). Sin olvidar tampoco los sueños e ilusiones que te dan aliento y esperanzas para dar cada uno de los pasos que se avecinan.
Y por mucho que llenes la maleta no podrás evitar dejar un hueco para llevar contigo todo aquello que no cabe pero que esperas que esté ahí cuando llegue el momento del retorno, todas aquellas razones por las que ningún lugar del mundo será jamás como el que vas a dejar atrás. Por esas razones sabes con absoluta seguridad que pase lo que pase el día que vuelvas lo harás con una sonrisa tan grande o más como la que tienes en el momento de irte.