jueves, mayo 04, 2006

El experimento de la Prision de Stanford

En 1971 el profesor Zimbardo, de la universidad de Stanford, recibió la solicitud de la marina americana para estudiar los problemas a los que se enfrentaba el sistema de prisiones de marines. Diseñó un experimento de dos semanas de duración en el que participarían 24 voluntarios escogidos por su estabilidad mental entre los candidatos que contestaran un anuncio de periódico. Cada uno de ellos recibiría $15 al día (equivalentes a $76 en el 2006). Para llevarlo a cabo se construyó una prisión ficticia en los sótanos de la facultad de psicología, con sus celdas, barrotes, comedor y de más.

La mitad serían prisioneros y la otra mitad guardias, y se asignarían los roles a cara o cruz, aunque se les diría que los segundos serían los más grandes. Los prisioneros vestirían un camisón, sin ropa interior, unas incómodas zapatillas de goma y una especie de redecilla en la cabeza para simular que estaban rapados. Además llevarían unas cadenas atadas a los tobillos para que recordasen su situación con cada movimiento. Los guardias en cambio llevarían uniforme militar caqui, porras de madera, y gafas de sol negras para evitar el contacto visual.

A los guardias se les explicó que estaba prohibido el castigo físico, y que tenían que llevar la prisión según les pareciese, teniendo que crear la sensación de falta de poder y desamparo en los prisioneros.

Al día siguiente empezó el experimento.

La policía local se presentó en las casas de cada uno de los prisioneros, los detuvieron y los llevaron a la prisión. Cada uno recibió un número con el que se identificaría a partir de ese momento. Pronto empezaron a sufrir vejaciones y un tratamiento humillante y sádico por parte de los guardias.

Al segundo día se produjo una revuelta gran revuelta que duró horas hasta que los guardias lograron sofocarla utilizando extintores y haciendo horas extras. Entonces dividieron a los prisioneros en dos grupos de celdas: los buenos y los malos, para hacerles creer que había informadores entre ellos. No volvió a haber ninguna revuelta.

Los guardias empezaron a repartir castigos arbitrarios, ejercicio forzado, y vejaciones varias cada vez más sádicas. El uso del lavabo y la comida se convirtieron en un privilegio con el que castigar, al igual que la comida o los colchones y sábanas. Y de noche era aún peor, porque las cámaras no grababan.

Pronto la situación en la prisión resultó insalubre. Como iban a recibir la visita de familiares (sólo dos por prisionero) se les limpió, se les dio buena comida y se les puso música. El experimento siguió adelante sin contratiempos, y hasta el mismo profesor Zimbardo estaba demasiado en su papel de director de la prisión.

Se volvió a la situación anterior y se les ofreció a todos los prisioneros la posibilidad de salir con “la condicional” a cambio del sueldo. Casi todos aceptaron. Se formó un tribunal que les negó a todos “la condicional”, pero ninguno abandonó el experimento.

A esas alturas dos de los prisioneros tuvieron que ser retirados del experimento a causa del trauma que sufrían. Uno de los prisioneros de reemplazo, el #416, se declaró en huelga de hambre al día siguiente. Aislado y humillado los otros prisioneros le acusaron de problemático. Los guardias aprovecharon para ofrecer a los prisioneros un trato: si renunciaban a sus mantas el prisionero #416 no tendría que pasar la noche en aislamiento, encerrado en un armario. Todos se las quedaron.

Zimbardo recibió la queja de Christina Maslach, encargada de hacer entrevistas a los participantes, que ponía en duda la moralidad del experimento. Todo se había ido de las manos y decidió acabar con el experimento antes de tiempo.

Durante el experimento un tercio de los guardias hicieron gala de auténticas muestras de sadismo. Los guardias “buenos” se sintieron incapaces de actuar. El resto de los guardias fueron duros y exigentes pero se ciñeron a las normas de la prisión. Cuando el experimento se terminó antes de tiempo la mayoría de los guardias se enfadaron. Ninguno pidió que se les pagaran las horas extras.

Mientras tanto los prisioneros asumieron alguna de estas tres actitudes: Unos al principio se rebelaron, cuatro se vinieron abajo y el resto fueron prisioneros modelo, obedientes y disciplinados. Al final del experimento estaban desintegrados como grupo y como individuos, ofreciendo obediencia ciega a los guardias.

Durante el experimento más de 50 personas externas lo visitaron, y sólo Christina Maslach puso en duda la moralidad del mismo.

Y todo esto ocurrió sólo en cinco días.

Este experimento fue una locura, y más allá de carecer de suficiente rigor científico resulta preocupante por las preguntas y dudas que plantea.

¿Cuanto cuesta destruir a una persona?
¿Cómo controlar a quien tiene el poder?
¿Qué nos diferencia de unos y de otros?
¿Qué secuelas deja una experiencia así?
...

El prisionero #416 explica aquí como sintió que desaparecía su identidad para convertirse en un número.

Fuentes: Material relacionado:

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Joer, que bueno, me encanta leer cosas de estas. Se lo pasaré a Isla, que estudia psicologia. El otro dia estabamos hablando de un experimento de obediencia. Consistia en que un sujeto daba descargas electricas a otro (que es actor compinchado por lo tanto no recibe descargas pero las finge, cosa que el suejeto no sabe)cuando le preguntan y se equivoca. La mayoria de las personas eran capaces de llegar a dar descargas máximas por el simple hecho de que un medico con renombre les decia que no pasaba nada aun viendo como se retorcia otra persona en la silla. Cuando me lo conto Isla me quede muerta...

Carlitos Sublime dijo...

Impresionante. Se ve que, en buena medida, el hombre sigue siendo un lobo para el hombre.
Saludos. Me ha encantado. No tenía ni idea del tema.
Carlitos

Babs dijo...

Prometeo, hay una peli alemana que su guión es exactamente eso. Es buenísima y te la recomiendo fervientemente. Se llama "Das experiment" (para el que no sepa alemán, "El experimento").

;)

Contraindicaciones: sólo para los que pudieron ver "Cube" hasta el final.

B.

Babs dijo...

UIX!!! Me acabo de dar cuenta que una información relacionada era esta misma peli...

AIX!!! Eso me pasa por leerme las cosas con prisa.

B.

TEILLU dijo...

Seguro q el experimento no se llamó Big Brother Jail?

Mario Toledo dijo...

Si es que el hombre no inventa nada bueno. Somos seres abominables por naturaleza, competitivos, destructores, sádicos,... joder, hay veces que me avergüenzo de ser humano.
Un saludo.

Mar dijo...

¿Es que nos hacen falta hacer experimentos para saber las barbaridades de las que somos capaces?
Ví el reportaje de la cuatro, me quedé allí petrificada viendo todo eso pero al día siguiente lo comentas, te indignas ¿y qué? ¿qué más hacemos?

Anónimo dijo...

Hombre! un poquito de psicología social ;)

Es de las primeros ejemplos sociales que nos ponen en la carrera.

Para quién le interese, hay una peli sobre ello (tremenda, solo para valientes, preinscripción: podría dejarse de confiar en el género humano para siempre... ya pasa eso cuando se estudia su comportamiento...)

http://www.labutaca.net/films/6/elexperimento1.htm

Babs dijo...

jeje, y van dos personas que no se han leido el tema hasta el final y han visto QUE YA SE HABLA DE ESA PELI!!! ;)

a mi me ha recordado al libro "El niño de los Coroneles" de Fernando Marias, que tiene trozos verdaderamente "interesantes" sobre como se puede manipular a las personas. Un libro muy recomendable

el ingles

Piel Morena dijo...

la verdad que es uno de los experimetnos más hevys que estudie en la carrera, tremandas las imagenes que nos pasarano en clase, como se ensañan los unos con los otros, siendo en realidad todos iguales...

la verdad es que da mucho que pensar i tristeza de que sea tan fácil manipular a uno.


y que sólo uno questionara los metodos de zimbardo tiene tela tb.