jueves, septiembre 15, 2005

Un día te levantas y sientes que falta algo, pero no sabes que es. Al poco rato lo olvidas y no vuelves a pensar en ello durante el resto del día, hasta que desde el tren ves la playa y la gente paseando. Entonces descubres sorprendido que hace muchísimo tiempo que estabas desando un paseo por la playa al atardecer y no te habías dado cuenta.

El mar tiene algo balsámico, sobretodo en esta época, cuando el verano da sus últimos coletazos, el aire es cálido y el agua parece que te abrace invitándote a bañarte mecido por las olas para que olvides el mundo y sus pequeñeces.

A penas hay gente, se respira una paz tranquila y dulce en cuyo recuerdo podemos refugiarnos el resto del año. Y es que el sol en días así no hace sudar, ni apenas da calor, pero llega hasta los huesos y se queda allí más tiempo del que nos parece, espero que para volver a sentirlo dentro nuestro cuando lo necesitemos. Dicen que en las noches más frías y tristes podemos recordar ese sol y entonces el calor se despega de los huesos para llevarnos en un sueño de vuelta a esa playa donde el universo acaricia todos tus sentidos.

La mayoría de la gente no lo recuerda luego pero no puede evitar sonreír al levantarse, como si hubiesen despertado renovados.

Es curiosa la gente que te puedes encontrar paseando al final del verano en la playa. Tienes al padre afortunado que puede jugar con sus hijos haciendo castillos de arena, construyendo sueños sobre unos lazos que nadie más comparte y que no hay caja tonta ni regalo que los pueda sustituir. Amigas que pasean deprisa con pasitos cortos al borde del agua haciendo de la playa un escenario para su conversación, o sus conversaciones, porque a veces da la impresión de que ninguna escucha a la otra y que todo lo que todo lo que comparten es la satisfacción de tener un público fiel.

Una caja de pescado abandonada al pié de las olas, fruto de una rebelión en la pescadería que terminó con la evasión de 56 sardinas de primera que ahora vuelven a nadar libres y con la lección aprendida.

Un simpático jubilado que en otra vida fue pirata y no se ha sabido recuperar de la regresión que le hizo su sobrina, la médium, y que ahora dice haber encontrado su vocación.

Restos de un romance en alta mar. Homenaje a una belleza inolvidable.

Parejitas que caminan juntas tal como les gustaría hacer siempre. Que saben que el amor en ocasiones es el mejor salvavidas.

Olas que acarician y lamen haciéndole el amor a la arena. Mariposas de mar que vienen y van.

Unos pescadores que no se conforman con jureles y pescaditos de roca, y sueñan con pescar la Luna para luego no saber que hacer con ella, aunque intuyen que lo mejor sería llevarla a casa y ponerla en una pecera porque sino nadie les creería.

Y quien no me crea a mí que lo diga y que venga, tengo dos asientos de primera para la próxima sesión.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye, me gusta mucho como escribes.. Una amiga me habló de esta página y ahora cada vez q tengo un ratito entro a curiosear lo que dices. Me pareces un tio muy sincero y la verdad es que me encanta leerte.

Así que felicidades, sigue asi eh?

(Y si, yo también pienso que el mar en esta época del año es increibleeeeee)

Besitos.

Prometeo dijo...

Vaya, muchas gracias (sonrojao)
:-)

Aquí seguiremos aunque a saber, el día menos pensado cojo y me echo a perder :-P

Gracias por pasar por aquí y decir lo que te parece, pq esto se trata de compartir.